miércoles, 4 de marzo de 2009

Sopitas

Y no sé, pensé en buscarme una terapia; pero el dinero lo voy a necesitar para los dientes y el solo imaginar que tendría un horario me dió más ansiedad. Y se me ocurrió que era mejor dedicarme a la calidez humana, a ver el mundo con ojitos amorosos. Que debería observar a la gente desde otro punto de vista, porque luego mis clasificaciones eran rígidas e implacables. Me sonaba sensato clasificar a la gente por sopas, eso tendría que ayudar y quién quitaba y escribía un recetario. Para tener un punto de partida, o el cero del sopámetro, supuse que lo que procedía era encontrar primero el tipo de sopa que soy:




Y sí, se me antojaba ser pozole, con mucho sabor, saturada de colores, especias y proteínas. Ser el señor de las texturas, de los aromas inauditos, un ser de fiesta y agazajo.




Y no, en definitiva no podría ser una sopa de pollo ni una minestrone. Nada que tuviera que ver con "saludable" y "para curar la gripita". Todos saben que fumo con perdida, que tomo café en exceso y que duermo a intermitentes. Caray, aunque me aplicara ni a chamán llegaría.


Claro que me moría de ganas de ser una sopa retro, con ingredientes naturales y caldo auténtico. Sin conservadores ni saborizantes artificiales. Una sopa como la de la abuela, hecha a la antigüita. Pero a quién engaño, si lo "bueno para la salud" no se me da menos el humeante menjurje tipo New Age.


Y aquí me agüité. A lo mejor soy una sopa instanténea: práctica e intensa; pero que después de cinco días causa hartazgo e indigestión. Pero me queda algo de esperanza así que dudé que mi cotidianeidad estuviera llena de verduras deshidratadas. Todavía no.






Alguna vez fui "Sopa del día", mutante. Me pasaban tantas cosas en un solo día que bien pude ser cualquier sopa. Pero hoy todo está en pausa, vivo en una marmita silente.



Y no, tan pinche diva no soy, nunca me he sentido sopa de diseñador ni creación única. Y aunque lo del encierro tiene mucho de cierto, no hace falta abrelatas para verterme en la realidad.





Y ni modo, esto resultó el espejo exacto. Para ser el cero hay que ser sopa en potencia. Ahí está el encierro y la envoltura. Ahí el nombre y la receta. Nada más se necesita un cazo de agua hirviendo, dar un saltito y ser lo que sólo en sueños se ha sido. Nada de pozoles, cremas tersas o sabores exóticos. Soy un vil cubo. Bah. Es hora de saltar al agua burbujeante.

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