Cada vez que escribo con él me da antojo, entonces corro a la cocina y tomo agua o un puñado de pasitas.
Pero hoy el personaje andaba muy inspirado, o yo muy compulsiva: del antojo pasa al hambre inmensa. He ido al refrigerador para preparar un crocante plato de lechuga. Pero, por favor, quién chingaos va a elegir el recipiente de la lechuga, lavadita y desinfectada, si a lado suspira la última rebanada de pastel de chocolate. Y no sé, a lo mejor tengo suerte y tanta azúcar me da sueño; y dejo que mi personaje termine sólo su crónica mientras yo me duermo a buena hora. Mientras me dedicaré a sacudir las migas que han caído sobre el teclado.
NOTA: agradecemos, mi personaje y yo, a la pastelería Los Tulipanes por elaborar pasteles perfectos mientras yo no tengo tiempo de hacerlos.
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