viernes, 30 de diciembre de 2011

La arbormancia (Guardagujas 40)


Me he permitido acuñar esta palabra, arbormancia, que sería el método de adivinación por medio de los árboles (en especial los de Navidad). No tengo claro cuál sería el procedimiento a seguir, pero me parece la vía más fácil para escribir la última entrega de este 2011 y darle un toque festivo a la columna. Aunque todo esto tiene algo de artificio, no me preocupa pues la mayoría de los árboles de Navidad son de material sintético. Además siento que su grado de certeza, en cuanto adivinación, es limitado y las más de las veces ingrato. Lo admito, su designio es burdo: la fiesta familiar, el correr de la gente, las aglomeraciones en la ciudad, el desquiciamiento por los regalitos, los regalos de los niños, lo regalos errados de los niños, los niños sin regalo, la falsa nieve... en fin, el árbol es el recipiente de los abalorios de la festividad.


Vayan y lean más sobre la arbormancia en el Guardagujas 40.

jueves, 29 de diciembre de 2011

De galletas de jengibre


1. Hace unos días me caí, no fue nada grave pues todavía aterrizo como los gatos. Me gané una raspadura que atendí como siempre: agua, jabón, desinfectante, curita. Pero esta vez me sorprendió sentir un ardor desmedido en la herida al desinfectarla. Sople sobre mi rodilla como lo he hecho siempre, conmigo misma y con mis hijos. Imaginé que mi piel es otra, que ha perdido su capacidad de resistencia o que este cuerpo se ha decidido a regodearse con el dolor. Decidida, vertí una nueva cantidad de desinfectante, más generosa. Entonces entendí que el dolor sólo se había acrecentado ante el temor de que algo en esa rodilla dejara de funcionar.

2. No es novedad: tengo fobia a los hospitales, a las enfermedades, a las recetas médicas, a las personas que buscan empatía vía las miserias de su cuerpo, y quemaría en leña verde a todos los hipocondríacos. Desprecio toda celebración de nuestra fragilidad física, no hay ningún mérito en ella. Basta saber que todos somos como esa galletita del cuento que corre rápido, rápido, creyendo que nunca nadie podrá alcanzarla. (Sí, al final la galleta muere tragada por la zorra).

3. Mis adversiones han comenzado a ser un problema, pues no busco médicos a tiempo ni pido ayuda "para no causar lástimas". Prueba de ello es que apenas hoy horneé mis galletas de jengibre. Por supuesto que no necesitaba la rodilla para amasar; una de mis manos ha decidido no moverse como solía hacerlo. Para la mayoría sólo se trata de unas estúpidas galletas, pero para mí es un símbolo íntimo: es una manera crujiente y dulce de cerrar ciclos. La Colina ahora huele a galletas gracias a la ayuda de mi familia.

4. Quisiera ahogar mi mano en desinfectante, para sentir ardor, para que sintiera el ardor y decidiera comportarse. Una galleta remojada se deshace y se transforma en el poso de un vaso con leche. Una galleta remojada no puede hornear ni cocinar ni teclear palabras aquí y allá; esto último es lo que más me aterra pues las galletas silentes son las primeras en ser devoradas por las zorras calaveras.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

viernes, 19 de agosto de 2011

Dulces sueños, Lorca

Infancia y muerte

Para buscar mi infancia, ¡Dios mío!
comí naranjas podridas, papeles viejos, palomares vacíos,
y encontré mi cuerpecito comido por las ratas,
en el fondo del aljibe y con las cabelleras de los locos.
Mi traje de marinero
no estaba empapado con el aceite de las ballenas,
pero tenía la eternidad vulnerable de las fotografías.
Ahogado, sí, bien ahogado. Duerme, hijito mío, duerme.
Niño vencido en el colegio y en el vals de la rosa herida,
asombrado con el alba oscura del vello sobre los muslos,
agonizando con su propio hombre que masticaba tabaco en su costado
siniestro.
Oigo un río seco lleno de latas de conserva
donde cantan las alcantarillas y arrojan las camisas llenas de sangre;
un río de gatos podridos que fingen corolas y anémonas
para engañar a la luna y que se apoye dulcemente en ellos.
Aquí solo con mi ahogado.
Aquí solo con la brisa de musgos fríos y tapaderas de hojalata.
Aquí sólo veo que ya me han cerrado la puerta.
Me han cerrado la puerta y hay un grupo de muertos
que juega al tiro al blanco, y otro grupo de muertos
que busca por la cocina las cáscaras de melón,
y un solitario, azul, inexplicable muerto
que me busca por las escaleras, que mete las manos en el aljibe
mientras los astros llenan de ceniza las cerraduras de las catedrales
y las gentes se quedan de pronto con todos las trajes pequeños.
Para buscar mi infancia, ¡Dios mío!,
comí limones estrujados, establos, periódicos marchitos.
Pero mi infancia era una rata que huía por un jardín oscurísimo,
una rata satisfecha mojada por el agua simple,
y que llevaba un anda de oro entre los dientes diminutos.

Federico García Lorca

del desencanto

Por temporadas salgo de mi torre imaginada para socializar. Elijo un camino, voy, hablo, escucho, observo, sonrío y me doy permiso de cruzar afectos. Pero la historia siempre termina igual: afuera de la torre está el recordatorio de todo aquello que me molesta, de todo aquello con lo que no comulgo. Entonces me esfuerzo para que mi intolerancia sea silente y no lleve a cabo una gran quema de brujas. Aunque el fuego parezca la única vía para deshacerme de mi desencanto.

Busco explicación y me digo que tal vez busco en el lugar equivocado. Luego pienso que todos los lugares están equivocados pues la reciprocidad última sólo se encuentra en el espejo.

Medito y llego a la conclusión de que la única forma de quedarme afuera es lograr la ceguera de todos los sentidos, ser como los más, ser el origen del desencanto. Pero decido que no vale la pena, que todas las maravillas en realidad habitan dentro de la torre imaginada. Desando el camino y me guardo. Ya tendremos otras temporadas.

jueves, 28 de julio de 2011

La licnomancia (guardagujas#30)


"Desde niña me gustaba perderme en los laberintos dorados de los retablos y sentir inquietud ante la mirada de esos falsos títeres que algunos llaman querubines. Busco y siempre encuentro: vides, flores, carrizos, llagas, ojos de vidrio, terciopelos, parafina y telas de araña. Pero que el lector no se engañe, no profeso ninguna religión, ni siquiera fui educada en una, cuestión que agradezco pues acaso esta neutralidad es la que me permite disfrutar las expresiones plásticas de la fe dentro de las iglesias."

Para seguir leyendo vayan al Guardagujas 30 en busca de la licnomancia...

miércoles, 27 de julio de 2011

lunes, 20 de junio de 2011

El nigromante (Guardagujas #28)


"Me gustaría decir que sueño con zombis, que mis noches son de lo más apocalípticas, repletas de toda la parafernalia de moda. Que despierto con la palabra sesos en la boca y que a veces, presa del antojo, salgo y visito el mercado de mi colonia para guisar unos de res en mantequilla negra. Pero nada de esto es verdad."Enlace

Ya flota en la red el Guardagujas #28, vayan y busquen al Nigromante.

miércoles, 8 de junio de 2011

Irreversible


En sueños he intentado desmantelar esa casa una y otra vez: he vendido los muebles, la he inundado, la he incendiado. He diseñado cerraduras y he partido lejos sin mirar atrás. Pero la casa siempre regresa, con sus cuartos y su penumbra, con esa puerta mal cerrada tras la cual esperan los muertos.

Estoy cansada de soñarla, estoy cansada de jugar a su falso exterminio. Ahora sé que todo lo que en ella habita es irreversible. Mi cansancio en sueños se ha filtrado a esta realidad, esa penumbra peculiar languidece aquí aun a plena luz del día.

Creo que lo único que queda es no intentar salir de aquella casa. En sueños debería resignarme, echar el cerrojo desde adentro, ser el guardián de lo que susurra tras la puerta mal cerrada. Elegir que esta realidad sea aquella, bajo este sol que ya no me cobija. Así, este cansancio tal vez sea sólo una pesadilla de la que alguien más podra despertarme.

lunes, 30 de mayo de 2011

Un cuento de Lorca

La gallina (cuento para niños tontos)

Federico García Lorca


Había una gallina que era idiota. He dicho idiota. Pero era más idiota todavía. Le picaba un mosquito y salía corriendo. Le picaba una avispa y salía corriendo. Le picaba un murciélago y salía corriendo.
Todas las gallinas temen a las zorras. Pero esta gallina quería ser devorada por ellas. Y es que la gallina era una idiota. No era una gallina. Era una idiota.

En las noches de invierno la luna de las aldeas da grandes bofetadas a las gallinas. Unas bofetadas que se sienten por las calles. Da mucha risa. Los curas no podrán comprender nunca por qué son estas bofetadas, pero Dios sí. Y las gallinas también.

Será menester que sepáis todos que Dios es un gran monte VIVO. Tiene una piel de moscas y encima una piel de avispas y encima una piel de golondrinas y encima una piel de lagartos y encima una piel de lombrices y encima una piel de hombres y encima una piel de leopardos y todo. ¿Veis todo? Pues todo y además una piel de gallinas. Esto era lo que no sabía nuestra amiga.

¡Da risa considerar lo simpáticas que son las gallinas! Todas tienen cresta. Todas tienen culo. Todas ponen huevos. ¿Y qué me vais a decir?

La gallina idiota odiaba los huevos. Le gustaban los gallos, es cierto, como les gusta a las manos derechas de las personas esas picaduras de las zarzas o la iniciación del alfilerazo. Pero ella odiaba su propio huevo. Y sin embargo no hay nada más hermoso que un huevo.

Recién sacado de las espigas, todavía caliente, es la perfección de la boca, el párpado y el lóbulo de la oreja. La mejilla caliente de la que acaba de morir. Es el rostro. ¿No lo entendéis? Yo sí. Lo dicen los cuentos japoneses, y algunas mujeres ignorantes también lo saben.

No quiero defender la belleza enjuta del huevo, pero ya que todo el mundo alaba la pulcritud del espejo y la alegría de los que se revuelcan en la hierba, bien está que yo defienda un huevo contra una gallina idiota

Lo voy a decir: una gallina amiga de los hombres.

Una noche, la luna estaba repartiendo bofetadas a las gallinas. El mar y los tejados y las carboneras tenían la misma luz. Una luz donde el abejorro hubiera recibido las flechas de todo el mundo. Nadie dormía. Las gallinas no podían más. Tenían las crestas llenas de escarcha y los piojitos tocaban sus campanillitas eléctricas por el hueco de las bofetadas.

Un gallo se decidió al fin.

La gallina idiota se defendía.

El gallo bailó tres veces pero los gallos no saben enhebrar bien las agujas.

Tocaron las campanas de las torres porque tenían que tocar, y los cauces y los corredores y los que juegan al gol se pusieron tres veces morados y tintineantes. Empezó la lucha.

Gallo listo. Gallina idiota. Gallina lista. Gallo idiota. Listos los dos. Los dos idiotas. Gallo listo. Gallina idiota.

Luchaban. Luchaban. Luchaban. Así toda la noche. Y diez. Y veinte. Y un año. Y diez. Y siempre.

lunes, 23 de mayo de 2011

el augur (Guardagujas #26)


"Hoy sólo son curiosidades, pero en los parques de mi infancia los pájaros adivinadores eran parte del paisaje. Casi siempre se trataba de canarios, aunque se podía ver uno que otro gorrión. Estaban encerrados en pequeñas jaulas de carrizo custodiadas por el pajarero, si acaso ese era el nombre de tal oficio y no el de entrenador..."

Para seguir leyendo vayan y visiten el Guardagujas #26 que ya flota en la red.

lunes, 11 de abril de 2011

Pequeñas urnas


Para Elsa

Y están los que recibieron el don de ser buscadores, esos que dedican los días a encontrar la respuesta a su pasión. Van, observan, encuentran y almacenan. Y así los buscadores son dueños de cientos de ideas y de imágenes. Mas el buscador no sólo es un coleccionista sino un aprendedor de las formas. Destila todo aquello que está disponible a sus sentidos. Al final, el buscador se embriaga de conocimiento, es un borracho de luz.

Pero todo es finito. Los buscadores también mueren. Me horroriza la idea de que toda su luz se extinga, de la imposibilidad de preservarla dentro de un lámpara quimérica. La muerte de un buscador es entonces la oscuridad silente a la que los vivos, que no los muertos, son sentenciados; el reconocer que toda esa luz ya no delatará a las sombras es devastador.

Imagino ahora a los buscadores como pequeñas urnas que transitan nuestro camino. Jamás podrán vaciar su contenido todo sobre nosotros, pues sólo serían cenizas al viento. Queda esperar que a ratos emanen algunos fuegos fatuos en sus charlas, en sus escritos, en sus lienzos,en sus partituras. Ahí, por momentos, se puede recobrar el asombro ante las evanescencias de lo sublime.

Dulces sueños a las pequeñas urnas que danzan ya con la muerte, llevándose su contenido a territorios nunca vistos. Nosotros nos quedamos llorando, ateridos en esta oscuridad que nos deja su ausencia.

viernes, 1 de abril de 2011

Abril es de Madeleine

Desde hace 9 años espero que el 1 de abril sea distinto, que la imagen última se desvanezca, que no me despierte su cuerpo abatido sobre la plancha de acero inoxidable con el vientre hinchado y el verdor iluminando su rostro y sus manos antes blanquísimas.

Desde hace 9 años espero que el 1 de abril no me escupa a la cara mi cobardía, mi obediencia ciega de hija sometida por la cual no la vi antes de que muriera. Y por ello estar sentenciada a su ausencia y mi ausencia atroz. Desde hace 9 años quisiera ya no llorar cuando siento este dolor que repta del esternón a mi garganta.

Hoy es el no cumpleaños de mi tía, mi madre sustituta, la abuela de mis hijos, la que decía que tenía nombre de pan dulce, la que acompañó mis juegos de infancia, la del traje verde limón, la prisionera de sus lutos, la hacedora de gelatinas, de la bailadora de danzón.

Hoy es el no cumpleaños de Madeleine. Aquí seguiremos nuestro camino. Dulces sueños.

lunes, 21 de marzo de 2011

El último invierno


1. Sentía que las estaciones no tenían ya sentido, no en una ciudad como esta y su perpetua estación cemento. Así, sin tierra de por medio ni cosechas por venir, el final del invierno sólo se reflejaba en mi incomodidad ante el calor; ante el polvo y el polen que me enferman, y ante esa estúpida luz amarilla que me enceguece cuando abandono estas cuatro paredes.

2. Imaginaba a las estaciones como separadores de un libro que no he terminado de leer aun cuando los capítulos se acortan más y más, como si el tiempo se alimentara de la tinta de sus folios. Ese libro que parece una copia del que poseen otros, pero que es único; aunque el epílogo sea el mismo.

3. Escuchaba lo que creí el lamento del invierno, semejaba al ruido que alguien produciría si fuera posible amputar un témpano. Pero el estruendo provenía del vidrio de una ventana que, bajo el rayo del sol, se desmoronaba. La imagen perfecta sería la de la imposibilidad de que un vidrio sufra quemaduras solares y se ampolle. Ahí estaba la llaga, me basto apenas señalarla para que me estallara en la cara, supurante de astillas y destellos.

4. Pensé: ha sido el último invierno de esa ventana, y apenas disfrutará de un par de días de primavera. Está acabada, destemplada por los elementos.

5. Pienso, y corrijo por una absurda empatía: la ventana sólo está cansada, perdió el temple, olvidó cómo escanciar el agua y el fuego en la misma superficie. Y sin más, la señalan y estalla sobre la cara del que la ha juzgado. Pienso, y corrijo de nuevo: sí, la ventana está acabada. Y yo ya no sé estallar, sólo me queda darme la media vuelta. Yo y mi fragilidad nos alejamos. El invierno se ha quedado con todo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

El mago (Arcano I)


Por la tierra han caminado personas que logran abrir portales a otros mundos mediante las palabras más sencillas. Preparan sus escritorios: sobre ellos despliegan el papel, el tintero, las plumas. Llenan con aceite los vientres de las lámparas, y escriben noche y día. Trazan “Árbol”, y un estruendo surge de debajo de la tierra y estalla en verde follaje y ramas que mecen frutos coloridos. Trazan “Conejo”, y de un sombrero imaginario, salta el animal, sube y baja, desordena los escritos y sale por la puerta en busca de una niña.

Algunos los llaman prestigiditadores del lenguaje, otros los nombran engatusadores de lo irreal. Los iniciados les dicen magos, como aquellos de las historias antiguas que conocían el nombre verdadero de las cosas. Ellos son los hacedores de mundos, los que subliman sus deseos para llegar a ser los amos y señores del País de las Maravillas.

martes, 8 de marzo de 2011

Canción de una dama en la sombra

Canción de una dama en la sombra

Paul Celan


Si la dama del silencio llega y decapita los tulipanes:
¿quién gana?
¿quién pierde?
¿quién se asoma a la ventana?
¿quién pronuncia primero su nombre?
Es alguien que lleva mi pelo.
Lo lleva como se llevan los muertos en las manos.
Lo lleva como el cielo llevó mi pelo en el año en que amaba.
Lo lleva así por vanidad.
Él gana.
No pierde.
No se asoma a la ventana.
No dice su nombre.
Es alguien que tiene mis ojos.
Los tiene desde que cerraron las puertas.
Los lleva como anillos en el dedo.
Los lleva como pedazos de placer y zafiro:
ya era mi hermano en el otoño;
ya cuenta los días y las noches.
El gana.
No pierde.
No se asoma a la ventana.
Dice al último su nombre.
Es alguien que tiene lo que dije.
Lo lleva bajo el brazo como se llevan las actas.
Lo lleva como el reloj lleva la peor de sus horas.
Lo lleva de umbral en umbral, no lo abandona.
El no gana.
El pierde.
Se asoma a la ventana.
Dice primero su nombre.
A él lo decapitan con los tulipanes.

viernes, 4 de marzo de 2011

Marzo amarillo


Leo, huyo, cierro el libro. Regreso. Entonces observo las paredes, hace años que las pinté, lo sé porque han empezado a amarillear.

A ratos creo que el amarillo proviene de los cientos de cigarros que me fumo al año combinados con las células de mis pulmones que escapan muertas. Pero no entiendo por qué los otros objetos que me rodean conservan su color original.

A veces señalo al cochambre que repta desde la cocina, como un espíritu aciago del hogar que lo impregna todo; y se me antoja apagar la estufa para siempre, aniquilar los amarillos de los aromas, de las texturas, de las lenguas salivadoras.

Las paredes amarillean como lo hacen las hojas de ciertos libros. Aquí adentro, en mi estúpida contemplación del entorno, me adivino un personaje que se desdibuja en el mismo folio de un cuento sin lector.

Abro el libro, para huir siempre. Me detengo porque entonces temo que soy yo la que ha amarilleado mis muros verdes. No con el cigarro, no con los fantasmas de mis guisos sino por sonambulismo. Así, por las noches, me dedico a exterminar las frutas de marzo, soles dulcísimos, restregándolas en los muros. Cuando despierto, a las que quedan, las devoro por odio.

Hace calor, abro todavía más la ventana, aunque ello me provoque un ataque de tos. Detesto marzo amarillo, su polen, su sequía, sus estúpidos rayos de sol a través de los cuales distingo miles de partículas suspendidas. Me consuelo imaginando que éstas son dragones diminutos: revolotean escupiendo fuego por todo el lugar. Ahora entiendo de dónde proviene este calor, ahora entiendo quiénes provocan mi tos. Ahora comprendo que el amarillo de mis muros es el fuego ahí impreso de todos los pequeños dragones.

Abro una vez más el libro, y me voy. Los dragones no existen. Sólo es el paso del tiempo el que amarillea este lugar.

lunes, 21 de febrero de 2011

El disfraz del suicidio

Puede el hombre tener violenta mano
contra él mismo y sus cosas; y es preciso
que en el segundo recinto lo purgue

el que se priva a sí de vuestro mundo,
juega y derrocha aquello que posee,
y llora allí donde debió alegrarse.

(
Divina Comedia, Dante Alighieri)


1.
Hace unas semanas alguien comentó sobre la nueva versión cinematrográfica de "Marcelino, pan y vino"; ni siquiera sabía que existía una primera. Para mi sólo se trataba de un libro. No de un libro cualquiera sino de aquellos folios de infancia que de alguna forma nos señalaron el camino a tomar.

Cuando citaron la película en cuestión, no sólo recordé el libro sino que lo encontré en uno de mis libreros. Es un ejemplar color chocolate, de pasta dura, ilustrado y que todavía conserva los dientes furiosos de un perro que hace años es fantasma. Me inquieta el poseer objetos que todavía guardan recuerdos, me basta desenpolvarlos un poco y esperar que el asma o la anécdota surga.

No sé quién me lo regalo, no recuerdo el rostro pero si las manos que me extendieron aquel regalo envuelto a la vieja usanza: con papel de china blanquísimo, lleno de pliegues pequeños que simulaban una escalera para duendes y sobre la cual se solía poner una pegatina metálica con el logo del proveedor. Sé que en ese entonces no lo leí, aún era yo una analfabeta. Las imágenes subsecuentes no son de una sino de varias lecturas, lo sé por las texturas varias y la iluminación cambiante del recuerdo.

Ahora observo el libro, me cuesta trabajo entender por qué no podía leerlo con fluidez pues la tipografía es grande y el interlineado perfecto. Leo, la historia siempre me resultará perturbadora.

2.
Lo admito, la idea de que un Cristo de madera tuviera la capacidad de cobrar vida y descender de su cruz me aterraba. Lo imaginaba crujiendo al exhibir sus llagas y sus espinas. Paradójicamente también sentía tristeza. No entendía la comunión del horror y la tristeza que me invadían ante la visión de aquel títere ensangrentado.

Releo el libro, he superado ese miedo, y la tristeza es otra, la consetudinaria. Pero Marcelino, Pan y Vino, junto con otros cuentos, no abandona su disfraz del suicidio. Aunque la imagen final enaltece la muerte del niño, como si se tratara de la elección de un santo, no deja de ser una mentira.

3.
He tratado de recordar el nombre del texto donde leí la descripción de una mujer que lloraba y se desgarraba las vestiduras porque su amado muerto no podría ser enterrado en el camposanto; creo que fue gracias a ese texto que tuve que buscar la palabra en el diccionario sólo para descubrir que se trataba de un panteón.

El amado muerto en cuestión había sido repudiado por el sacerdote de la capilla pues era un suicida. Creo que mis entonces escasas lecturas me permitían engarzarlas a la mínima provocación: recuerdo que entonces no entendí dónde estaba la santidad de uno, Marcelino, y donde la herejía del otro, el amado. Lo que sí comprendí fue el por qué La Sirenita se había transformado en espuma y El Principito en arena: eran suicidas indignos de una lápida donde llorar su ausencia.

Años después, imaginaba a estos seres tristes enlodados en el Séptimo Círculo de Dante. Sí, Marcelino, el santo, también estaba ahí. Y las palabras de Pio XII me parecían un escupitajo contra el patetismo del suicida: Enseñada a vuestros fieles el horror a este delito, educadlos para soportar las desventuras, atemorizadlos --si es necesario para su salvación-- con aquellos argumentos divinos y humanos que la moral católica expone ampliamente.

También admito que desprecié todo aquello que era reflejo de mi propia fragilidad. Pero sí, en cierta ocasión estuve a punto de reunirme con los niños suicidas de mis lecturas. Justo en ese momento en que la inmensidad no es otra cosa que la vacuidad. Ahí, donde el amado duerme en los brazos de otra, ahí donde la rosa sucumbe al frío en un planeta imaginario; y ahí, donde uno mismo es la madre muerta.

4.
Fui una niña soberbia al creer que mis relecturas cambiarían el final de ciertas historias. Fui una soberbia al pensar que el vacío nunca me poseería. Y soy una soberbia al escribir todo esto, y al decir que he leído sobre el suicidio lo suficiente para saber que debo seguir pecando, hasta el cansancio, hasta ganarme mi boleto al infierno; porque alguien debe rescatar al huérfano, a la malquerida y al niño cordero. Y sí, alguien debe rescatarlos y darles consuelo. Dejar que el perro fantasma devore todos los folios con finales aciagos y apagar las anima sola de todos los tiempos.

sábado, 5 de febrero de 2011

Las cabañuelas truncas


Mis cabañuelas han pagado mi pereza de entrar diario a las Criptas. Creo que usé como servilleta el papel con las anotaciones de los últimas días de enero. Aunque si bien no realicé la observación del día 31, las cabañuelas han quedado más truncas de lo que esperaba. Observarán ciertas coincidencias al unir las lecturas. Lo único que me inquieta es la ausencia de lluvia. En La Colina siempre tenemos listas las branquias para los meses de julio y agosto. Por lo pronto las cabañuelas no se equivocan, ya es febrero y los días son papalotes al viento.

Enero: frío y húmedo, de lloviznas tímidas.
Febrero: sol blanco perturbado por ventiscas ocasionales. Vientos.
Marzo: sol amarillo, aire de tibiezas sugeridas; tibieza diurna, frío nocturno.
Abril: sol, el calor cuaja en las esquinas.
Mayo: sol y suspiros del infierno, calor tímido.
Junio: calor seco, calor.
Julio: calor seco, calor.
Agosto: el infierno, el calor.
Septiembre: la sequía refresca por las tardes, el calor y la sequía regresan.
Octubre: la tibieza titubea, el frío cede a la tibieza nocturna.
Noviembre: la tibieza y las ventiscas nocturnas, el frío seco.
Diciembre: el frío amanece, el frío intenso y su llovizna.

jueves, 27 de enero de 2011

El no cumpleaños (mínimo homenaje a Lewis Carroll)



El Loco

Los primeros copos de nieve empezaron a caer sobre el césped.
—Miren, se parecen tanto a los terrones de azúcar que le gustaba mordisquear al lirón —dijo la Liebre de Marzo. Nadie escuchó, hacía tiempo que los convidados a la hora del té habían muerto.

La Liebre dedicaba sus días a contemplar el desfiladero, en espera de que el Sombrerero regresara en cualquier momento. La vajilla yacía sobre la mesa, polvosa y manchada. La Liebre había pensado en partir, pero era diciembre y hacía meses que estaba cuerda.

Los copos de nieve caían. —Miren, se parecen a las migajas del pan con mantequilla —dijo la Liebre de Marzo. Nadie escuchó. Ni siquiera ese cuerpo tieso, momificado, que parecía ser su reflejo, pero menos etéreo de como era ella.

miércoles, 19 de enero de 2011

domingo, 2 de enero de 2011

Cabañuelas (actualizado)


Gracias a @duguvan, quien comparte la anécdota abuelos-cabañuelas ajusté mi tabla de pronósticos. Parece que la metodología es más compleja. He aquí un artículo de Mexico Desconocido que resulta una buena guía.

Me temo que mis cabañuelas sólo pertenecen a La Colina y territorios adyacentes. En esta ciudad es imposible generalizar: mientras que los del norte padecen sequía, los del sur desarrollan branquias. Y mientras los del este cuentan borregos en el cielo, los del oeste se deslizan en el arcoiris. Total, al final lo que importa es lo que veo tras esta ventana.



Día 1 (Enero): frío y húmedo, de lloviznas tímidas.
Día 2 (Febrero): sol blanco perturbado por ventiscas ocasionales.
Día 3 (Marzo): sol amarillo, aire de tibiezas sugeridas.
Día 4 (Abril): sol, el calor cuaja en las esquinas.
Día 5 (Mayo): sol y suspiros del infierno.
Día 6 (Junio): calor seco.
Día 7 (Julio): calor seco.
Día 8 (Agosto): el infierno.
Día 9 (Septiembre): la sequía refresca por las tardes.
Día 10 (Octubre): la tibieza titubea.
Día 11 (Noviembre): la tibieza y las ventiscas nocturnas.
Día 12 (Diciembre): el frío amanece.
**
Día 13 (Diciembre): el frío intenso y su llovizna.
Día 14 (Noviembre): el frío seco.
Día 15 (Octubre): el frío cede a la tibieza nocturna.
Día 16 (Septiembre): el calor y la sequía regresan.
Día 17 (Agosto): calor.
Día 18 (Julio): calor.
Día 19 (Junio): calor.
Día 20 (Mayo): calor tímido.
Día 21 (Abril): calor tímido.
Día 22 (Marzo): tibieza diurna, frío nocturno.
Día 23 (Febrero): Vientos.
Día 24 (Enero):
**
Día 25 (Enero-Febrero):
Día 26 (Marzo-Abril):
Día 27 (Mayo-Junio):
Día 28 (Julio-Agosto):
Día 29 (Septiembre-Octubre):
Día 30 (Noviembre-Diciembre):
***
Día 31:
12-2 am (Diciembre)
2-4 (Noviembre)
4-6 (Octubre)
6-8 (Septiembre)
8-10 (Agosto)
10-12 (Julio)
12-2 pm (Junio)
2-4 (Mayo)
4-6 (Abril)
6-8 (Marzo)
8-10 (Febrero)
10-12 (Enero)

sábado, 1 de enero de 2011

Cabañuelas y 2011


Algunas abuelas hablaban de las cabañuelas, así ocurría con la de Libia y con la mía. Al iniciar el año, durante los primeros doce días de enero, verifico el clima. Imagino entonces que así será en tal o cual mes del año. Pero cuando el año transcurre y los días se agolpan olvido por completo mi predicción.

Hoy, primero de enero, el día amaneció nublado. Al abrir la ventana la humedad entró de golpe. La sequía siempre me provoca desasosiego, la promesa de lluvia me parece más luminosa que el sol sobre el cielo despejado. Me tranquiliza que, según las cabañuelas, enero será un mes frío y húmedo, de lloviznas tímidas. Entonces decidí anotar los primeros doce días de enero y su clima en este blog. Dejarme de olvidos:

Día 1 (Enero): frío y húmedo, de lloviznas tímidas.
Día 2 (Febrero):
Día 3 (Marzo):
Día 4 (Abril):
Día 5 (Mayo):
Día 6 (Junio):
Día 7 (Julio):
Día 8 (Agosto):
Día 9 (Septiembre):
Día 10 (Octubre):
Día 11 (Noviembre):
Día 12 (Diciembre):

En realidad no me importa si mis pronósticos llegan a buen término, aunque creo que las predicciones son maleables. Me interesa conservar la magia que presentía en las palabras de mi abuela; la misma magia que materializo a la mínima provocación como única posibilidad de asir este mundo. O tal vez todo es un pretexto para escribir. Y todo lo anterior es la exhibición de mi ocio. Ojalá todos tengan magia y pretextos y ocio para este año 2011.