viernes, 18 de junio de 2010

Los sueños del lirón

En el principio todos fuímos Alicia. Dedicamos parte de nuestra travesía a exhibir nuestro asombro, aprehender los cánones y reconocer el grupo al que pertenecemos. Entonces abrimos los ojos y abandonamos el País de las Maravillas para realizar distintas labores y cumplir destinos.

Algunos decidimos quedarnos en los subterráneos. No por privilegio o por iniciación. No hay ningún tipo de superioridad en esto. Simplemente decidimos, como se decide si se quiere un helado de vainilla o una nieve de limón.

Y aquí estamos, en espera del siguiente guión. Los más eligen un papel determinado. Los menos tratan de probar todos. Aunque lo último no es cosa fácil, pero sí la prueba de nuestra indecisión.

Jamás he sido el conejo blanco, me falta don de mando. Y mi dispersión y apatía natural me impedirían correr de un lado a otro con el reloj. He sido la oruga pero jamás llego a la transformación. Si el libreto me envía a tomar el té sólo elijo a la Liebre de marzo, es el papel que más me ha acomodado en los últimos años. Podría ser el Sombrerero, pero ser el hilo conductor no es lo mío. Siempre he creído que mi ego se quedó atorado en las raíces del árbol.

Me he aplicado para sonreir en el viento. Pero creo que todavía me faltan años de estadía en este lugar para alcanzar la sabiduría que se requiere. Sueño con ser el Gato de Cheshire. Aunque sé que mi nulo amor por los gatos me impedirá, de lograrlo, quedarme por siempre con el papel.

He rechazado las líneas de ciertos personajes, ya fuera por parecerme insignificantes o tan familiares que no constituyan ningún reto. Por ello no me acerco al castillo. Como con fruición para no entrar en un mazo. Y en mi solicitud señalo un falso daltonismo para no pintar arbustos.

He envidiado a los que han obtenido el papel de Pepito. Si bien es un personaje poco recordado, daría lo que fuera para surcar la bóveda celeste lo que dura un párrafo. Pero los que se ocupan de la casa en el bosque jamás me han llamado. A ratos creo que es un acuerdo retorcido con los que habitan la ribera, pues soy amada por comer langostas cuando termino de ser falsa y de ser tortuga.

Todo lo anterior no tiene importancia puesto que desde hace unas semanas estoy atrapada dentro de la piel de un lirón. No niego que me era vital recuperar las horas de sueño perdidas, pero dejar inconclusa mi historia me agobia. No saber qué ocurrió con las hermanas ahogadas en su pozo de melazas me entristece. Y quedar atrapada dentro de una tetera me parece una grosería. Los sueños de un lirón, amante del café, dentro de una tetera se transforman en pesadillas.

Tal vez decida acercarme al castillo. Un juicio acaso llevará a buen término esta situación. Me siento optimista ya que yo no me robé las tartas. Mientras tanto debo resignarme a oír el griterío entre sueños.

1 comentario:

francisco javier casado dijo...

entonces, sueñan los lirones con sonámbulos eléctricos?
un abrazote telúrico tsunami desde este lado del espejo, lady blue*