miércoles, 23 de junio de 2010

De letras escarlatas


Así ocurre en las diversas redes sociales, hay temas que están "in": La muerte de tal o cual, el partido del Mundial, el derrame de petróleo, la frase estúpida de una celebridad y lo que ocurra en las próximas horas. Imagino las redes sociales como casas de bolsa donde los corredores se amontonan y con gran griterío inician la compra y venta de "quiero atención por un día".

Durante la jornada uno lee de todo. Existen opiniones encontradas, enlaces, complicidades y uno que otro insulto. No puedo estar de acuerdo en todo, tampoco me interesan todos los temas. Pero disfruto la variedad, ese recordatorio de que mi universo personal sólo es uno entre muchos.

Sin embargo, en esta lluvia de caracteres se filtran pequeñas letras rojas. Los dejos de intolerencia se transforman en verdaderos muros de pixeles. Quiero creer que esto es el resultado del camino fácil y no de las convicciones.

Porque sí, es más fácil conseguir seguidores por decir estupideces y por escupir provocaciones. Es más fácil cautivar lectores con gritos racistas, con palabras como verga y ano y puto.

Todos los usuarios, en mayor o menor grado, son comunicadores. No apruebo la censura, pero me parece urgente un llamado a la responsabilidad. Como ser reactivo, entiendo los exabruptos. Pero me horroriza el que algunos crucen la delgada línea de la sensatez.

Ayer, en algún lugar de la red, alguien azuzaba a los chilangos a agredir a los argentinos residentes de la Ciudad de México. La razón: un partido de fútbol que no se ha llevado a cabo. Como era de esperarse, el comentario causó gran revuelo. Si lo que dijo fue un exabrupto, jamás se retractó. Por el contrario, se aplicó en el insulto barato. Tal vez la situación sólo fue una válvula de escape para las frustaciones y complejos de este hombre pequeño. O tal vez la situación fue su oportunidad de disfrutar de cinco minutos de fama.

Me desconcierta el ego retorcido del protagonista, pero más me ocupa el número de seguidores que apoyaron su postura. Me pregunto si los actores de esta obra tenían consciencia de la puerta que sus palabras podrían abrir. La misma puerta que la historia ha abierto y cerrado una y otra vez, esa, la del horror mismo.

No puedo detener la lluvia de letras escarlatas. Pero como ocurre en la novela de Hawthorne, las letras escarlatas nos señalan no el escarnio sino lo que ha de ser defendido.

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