martes, 29 de septiembre de 2009

Azul


Ayer, entrada la noche, y tras varios días de lluvia, el cielo se entintó de ese azul profundo, cobalto, que aseguro es el susurro de la inmensidad. Imaginé, del poeta que leo, sus ahora extintos ojos azules observando aquel cielo. Lo veía escudriñar lo que yo no veo, lo veía escandir lo que yo nunca he de cantar. Lo imaginé como un sueño dentro de mi sueño; el mío repleto de cotidianeidad, el suyo ahíto de silencio.

Más tarde, cuando el azul se había dormido, trataba de escribir sobre las mujeres espectrales, la alegoría en el cuervo y la poética del universo que se materializa en las lunas sonrientes. Desde un estrado imaginario, unos ojos azules me observaban con desprecio. Todas mis inseguridades se columpiaban en mis pestañas. Me fui a dormir con el deseo de olvidar los azules de ese día.

Y soñé con lo que escribía, y seguía pensando en el esquema de lo que quería escribir. Y ahí, en el sueño, escuche la voz de los ojos azules, dulce, susurrando que todo es un sueño dentro de un sueño.

Hoy escribo esto y aquello. No importa si es nimio. Sólo urge sentir la presencia de Edgar del otro lado del río.

2 comentarios:

Georgells dijo...

Miss Mergruen: siempre hay poesía en tu prosa. No importan cuánto quieras minimizarte ante el buen Poe (al que buena falta le hacía un estilista menos propositivo).

Un abrazo!

G.

Paloma Zubieta López dijo...

Queridos (Roderico incluido): qué lindo es perderse de la mano de ustedes cuando alumbran el camino y más, cuando la voz que guía es la de Poe. Seguiré soñando y espero encontralos, un besote.