martes, 24 de noviembre de 2009

Dulces sueños, Ignatius


Hace años mi padre llegó a casa con un libro de portada amarilla, aderezado con esta imagen. Al terminar su lectura me dijo que tenía que leerlo, que era de colección.

He leído tres veces La conjura de los necios, he comprado y regalado ejemplares; y todavía insisto en su lectura cuando descubro a alguien que no conoce a Ignatius. Es un libro inmenso, como su protagonista.

Este domingo encontré un "asombro" en La Jornada Semanal. Y no en el pretensioso Bazar de Gutiérrez Vega, quien demuestra que muchos poetas mueren años antes de danzar con la muerte verdadera. (¿Acaso sus súbditos no le han dicho que sus textos son de hueva?).

No, el asombro tampoco se encontraba en las columnas grises de los súbditos mudos de este suplemento. El asombro estaba en la conjura de esta página.

El artículo viene de otro país, de otro periódico; para la suerte del lector, el trono baldío de los intelectuales de La Jornada suele compartir su reino. Aunque se antoja aquello de ¡muera el rey, viva el rey! Pero eso es harina de otro costal, hoy recordamos al buen Ignatius.

1 comentario:

Georgells dijo...

Qué rápido que me quitó este post... Pero alcancé a publicitar la página en FB...

Mi relación con Mr. Reilly fue difícil. El comienzo del libro me desesperaba muchísimo. Un par de veces, lo cerré molestísimo con la trama y sobretodo con el gordo insufrible que protagoniza el libro.

Y no sé bien cómo, pero poco a poco me comenzó a atrapar. Hasta que un buen día recuerdo mis propias carcajadas y mi imposibilidad de parar la lectura.

Viva Ignatius. Viva John Kennedy y viva su madre también. Que la relación entre ellos fue terrible y tristísima para el joven John, es verdad, pero que esa misma relación nutrió la imaginación y la sensibilidad del escritor, ni duda cabe.

Viva Ignatius. Viva.

G.