jueves, 18 de junio de 2009

Democracia, aves y cereales


1. En estos días en los que la palabra democracia es masticada y escupida por todos hasta que se convierte en un bagazo insípido, he decidido ser democrática. Había olvidado un partido, la imagen me reivindica.

Hace un par de días recibí la llamada de una grabadora. La señorcita del partido verde me invitaba a dejar de desperdiciar mis impuestos en mantener criminales en las cárceles mexicanas. Como solución me ofrece ser verde y votar por ella. Y ella, como una madre amorosa, lleva de la mano la propuesta de la pena de muerte. He de decir que la mentada grabación tenía el tono de quien trata de explicar algo a un estúpido: a ver, imbecilita, la pena de muerte va a ser justa, porque nuestros jueces son los únicos que la pueden aplicar, y ellos son justos, muy sabios, únete, diles a tus amigos y familiares, anda, pequeña, anda y ve.

Sé que la gente es estúpida, basta mirar bananalandia para darse cuenta. Sí, la gente es estúpida: no logran ver que los criminales de altos vuelos se echan volados con la muerte a diario, y que un volado más no los va a amedrentar. La pena de muerte no soluciona nada, nada, entiendan na-da. Los "malos" no temen a su mortalidad. Pero los demás, los "buenos", viven aterrados; y la forma más burda para quitarse el miedo es creer que se posee a la muerte, aplicándola.



2. Días atrás los verdecitos me parecían una caricatura. Pero ahora les tengo respeto, mas no se confunda, lector: mi respeto es el mismo que le tengo a las alimañas ponzoñosas. Basta conocer un poquito de historia para saber que la catástrofe surge de aquellos que siembran miedo.

Me horroriza un partido que toma como emblema una especie protegida y al mismo tiempo riega las ciudades con su basura promocional. Me asusta un partido que se hace llamar "el partido de la vida" mientras eleva su estandarte de muerte; porque en la contradicción asoma, con descaro, la manipulación.

Pero el atucanado partido tiene su mérito, pues ha logrado usurpar el peldaño del partido por el cual nunca iba yo a votar. Sí, tiene su mérito, pues también han logrado que dude ante los anaqueles del cereal: ahora compro un cereal más sano y temo llevar a casa los aros radiactivos que tanto me gustaban. He imaginado que el buen Sam, el tucán, se transformará en ave de mal agüero y planeará por la casa chillando con la misma vocecilla de la grabación aquella.

3. Extraño el cereal afrutado y crocante. Decido masticar democracia, como todos en nuestra república bananera. Los partidos existirán siempre; a pesar de su desinterés por el bien común, a pesar de su descarada ambición, a pesar de sus mentiras y sus falacias, a pesar de su oscuro interés al desear que la gente siga estúpida y temerosa. Y no sé, la democracia es una pesadilla de la que nadie quiere despertar.

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