lunes, 1 de noviembre de 2010

Altar y "perritos"


1. A veces temo que los días sólo sean el eco de otros. Que lo que hago se convierta en un acto reflejo cotidiano; que recuerde las mismas cosas a horas precisas del día, o relate la misma anécdota desgastada a las mismas personas con falsos rostros de sorpresa.

2. Hervir la calabaza, oler el piloncillo, colgar el papel picado, sacudir las calaveras, llenar el plato con sal, vertir el agua en los tarros diminutos, encender las veladoras. Monto mi altar. Ahora evito ver los rostros de las fotografías. Estoy cansada de ver hacia atrás.

3. No tuve tiempo de ir al mercado de Mixcoac; lástima, me gusta comprar esos panecillos miniatura que venden junto al puesto de las flores. Compré mis flores con el vendedor de las flores de diario. La culpa se alejó con la lluvia que cayó en la víspera de noviembre. Este día de muertos me ha canjeado pan por flores, miniatura por lluvia.

4. Encontré "perritos" como los que había en el jardín de mi abuela, y en muchos jardines de casas chilangas. Conocí esas flores por ella: son perritos, ladran. Todavía puedo ver su mano al arrancar una de las flores de aquel racimo, acercarla a mi cara mientras presionaba la base. La flor "ladraba".

5. Los "perritos" son Antirrhinum majus, también se les conoce como flor de dragón. Pero sé que mi infancia, en el jardín de mi abuela, no podía ser de dragones sino de ladridos y diminutivos, de cochinillas y de higueras que "enguichan".

6. Ya no me acordaba de los "perritos". Mis recuerdos aún me pueden sorprender, si es que algo o alguien les enciende una veladora para que encuentren el camino de regreso. El olvido es inevitable, pero la posibilidad de postergarlo es suficiente. Dejaré que los "perritos" ladren, sólo hoy.

1 comentario:

beto buzali dijo...

Jugaba yo en casa de la abuela (te hablo de hace más o menos 50 años) con los perritos que arrancábamos de sus macetones de pedacería de azulejo y cerámica que cercaban un patio al que se ofrecían puertas y ventanas de todas las habitaciones, así, en serie; y en serio, Erika, has traído a mi memoria esas épocas en las que un perrito que mordía alguno de mis dedos, lo exhibía yo triunfante a los demás, excepto a la abuela que me recibiría con un golpe de chancla por andar cortando sus flores. Hoy la abuela debiera recibir esos perritos como ofrenda a su paciencia.
Beto Buzali