He dedicado horas, con la ayuda de alguien, a desmontar los libreros de una habitación. No hemos terminado y ya inundamos el comedor con pequeñas pilas de libros.
He dedicado horas a limpiar cada lomo, cada portada y cada contraportada; he bendecido el plastificado; he aborrecido las cartulinas desnudas. Me entristece el avance del moho, la memoria del agua; me asfixia el polvo finísimo; me asquea lo crocante del papel viejo y su mortecino tono amarillo.
Hemos dedicado horas a despejar los muros hambrientos de brocha y pintura. Me arrepiento de este acopio inútil, odio a estos animalitos sucios.
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