domingo, 12 de diciembre de 2010

Curaduría


1. De existir eligiría la profesión de visitador de museos. Elaboraría una lista de todos los museos del mundo, trazaría una ruta y pediría presupuesto a las autoridades pertinentes para cubrir el itinerario. Escribiría una bitácora, haría una maestría y un doctorado, y terminaría dando cátedra en las universidades de prestigio. Tal profesión existiría si tuviera alguna utilidad para la sociedad.

2. Desde niña me gustan los museos aunque ahora dudo sobre lo que de ellos me atrae. El fin último de la visita no es conocer lo que ahí se expone sino la posibilidad de entrar a las edificaciones de arquitectura diversa para caminar por los corredores, sin prisa, protegido de los elementos.

3. Sí, creo que me gustan los museos por el placer de admirar la composición: las salas inmensas o los laberintos, la iluminación indirecta, la tipografia de los letreros, las vitrinas limpias, los colores de las paredes, las texturas de las mamparas. Disfruto de la temperatura ambiente controlada, aunque me gusta más cuando hace un poco de frío: esa frontera entre la temperatura ideal y el tiritar. Camino dentro de los museos a veces con expectativas, pero casi siempre como un animal manso en espera de que algo lo sorprenda.

4. Desde niña me detengo a observar ciertas piezas. Quien crea que lo hago motivada por mi alto sentido de la apreciación, se equivoca. Sólo trato de grabar esa escena en mi memoria, pretendo poseer esa obra de arte para recreerla en los días venideros una y otra vez.

5. A veces temo sobre nuestra capacidad para detectar la belleza. Otras sobre si lo que he visto es realmente bello. Dentro de un museo la belleza, de alguna manera, está impuesta. Imagino una pieza de arte fuera de contexto: sobre mis manos, dentro del refrigerador, en la banqueta, sobre el cofre de un auto. Entonces me pregunto si ha perdido algo de su esencia lejos de los corredores, de las luces, de los letreros, del no tocar.

6. Suelo hacer cosas tan inútiles como la profesión inexistente de visitador de museos. Salgo a la calle y dedico un tiempo a imaginar que estoy en un museo. Camino lento y busco en los muros de las casas, cerca de las alcantarillas, en los rostros de los transeúntes, en los rines de los coches, o en la inmundicia de las banquetas alguna señal de los curadores invisibles. Busco la belleza prófuga de los cánones, la que olvidamos cómo detectar. Si la encuentro, la observo. Trato de grabar la imagen en mi memoria. Ocurre que alguna persona busca con su mirada lo que yo trato de poseer. Pero nada ve, pues no hay luces ni corredores ni letreros ni el no tocar. La persona sigue su camino. Yo sigo el mío, hasta la siguiente sala.

1 comentario:

pardero dijo...

A mí también me gustan los museos. Aunque no conozco muchos, pero me gustaría conocer otros. El primer museo que conocí es el de esta, mi natal Mexicali; pero ya no está como era antes: pertenecía al estado, y hoy pertenece a la universidad. Lo cambiaron por querer modernizarlo, y eliminaron buenas exposiciones. También conozco los museos de Ensenada, Tijuana, San Diego y de México conocí hace tres años el del Castillo de Chapultepec y el Munal. Cada uno tiene lo suyo.