martes, 26 de octubre de 2010
Mis muñecas, tus muñecas (1 de 2)
1. Lagrimitas
No sé qué era lo más cautivador de esta muñeca, si su calidad de miniatura o el estribillo de la canción del comercial. Aquel "llora, llora y mueve sus manitas" fue el objeto del deseo de mi temprana infancia. Fui afortunada, la caja de Lilí Ledy apareció bajo el árbol una Navidad.
A la distancia no puede culpar a mi Lagrimitas ni a otro "muñeco bebé" de haber elegido la maternidad. O de llorar con un anuncio de televisión. Pero me queda una sensación de incomodidad en la asociación de lo femenino con la maternidad y las lágrimas. La muñeca Lagrimitas era una niña, no existía la opción de bebé varón; acaso porque en el imaginario colectivo de aquellas epocas "los niños no lloraban", aunque fueran bebés.
Algunos dirán que esos eran otro tiempos, que ahora las niñas pueden elegir el sexo de sus muñecas bebé. Algunos dirán que vivimos en tiempos de igualdad. Sin embargo, en la mayoría de los casos, los niños no tienen la opción de elegir un bebé para jugar a la paternidad. Y todavía no he visto un G.I. Joe con el mecanismo de la Lagrimitas, que llore ante la devastación provocada por sus misiles de plástico.
2. Barbie Malibu
Los accesorios y la ropa no eran lo atractivo de esta presentación sino el bronceado perfecto de la muñeca que contrastaba con la cabellera rubia. Antes de la aparición de protectores y bloqueadores eficaces, y antes de que el cáncer de piel tuviera su estelar en la salud pública, el bronceado era sinónimo de belleza y de estatus. Y sigue vigente.
Nunca quise el cabello rubio pero sí deseé el bronceado de la Barbie. Tras años de sol, ampollas y cara de camarón aprendí cómo broncearme. Admito que fue una obsesión. Tuve una adolescencia Barbie: busqué bronceados, accesorios y ropa. Me contemplé en el espejo, dediqué horas a maquillarme, y sufrí al descubrir un kilo de más en la báscula.
El estigma Barbie quedó atrás, para mí. Muchas mujeres suelen quedarse atrapadas en él. No tengo nada contra el arreglo personal, "la belleza se agradece", pero dedicar la energía toda a ello es un desperdicio. El estigma Barbie transforma a las mujeres en simples ornatos. Un ejército de muñecas tiene todas las batallas perdidas. No imagino cuantas ideas se han ahogado en los mares de silicón. O cómo sería el mundo si desde hoy a los hombres se les impusiera el estigma de Kent: sean hermosos, luchen por su abdomen de lavadero, por sus biceps torneados y un sin fin de accesorios. Eso sería igualdad.
Continuará...
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1 comentario:
¡Maestra!
Excelente su texto 8y me acordé de la Lagrimitas Lilí: de la muñeca y del apodo que se le endilgó lo mismo a niñas que a niños (pobresdellos) de mi generación.
Aplausos por el textini :)
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